20 de septiembre de 2010

El crimen del callejón oscuro

El desacatamiento de fallos de la Suprema Corte argentina significa la sustitución del Estado de Derecho por una “constitución de facto” representando un verdadero Golpe de Estado, que no ha sido apropiadamente denunciado





Demasiado silencio. El gobierno de Cristina Kirchner ha decidido traspasar sin ambages la línea que separa la democracia del autoritarismo,  ante una sociedad narcotizada por la inflación, unos partidos políticos ocupados en recomponer alguna línea a partir de sus fragmentos, la inexplicable pasividad de los  “monopolios” de medios opositores,  y la previsible complicidad de la prensa para-gubernamental.

Como perpetrado en un callejón oscuro, y sin que nadie sepa aún del crimen,  el alzamiento del PE contra varios fallos de la Corte Suprema, supone pura y llanamente la ruptura del orden jurídico republicano, a través de la apropiación de la función judicial por el poder ejecutivo. A plena luz del día, comienza a operar la fatídica “constitución de facto” propia de los Golpes de Estado.


Ya sin máscaras, el gobierno prepara el remate popular de la Corte Suprema de Justicia organizando actos de “repudio” en su contra, alentando así la sedición social, en lo que algunos pocos ya anticipan como la utilización del contraejemplo del modelo Hondureño.


Todo aquí es “construcción del relato”, como le gusta decir al matrimonio gobernante.


Es que en el “relato” argentino el crimen que denunciamos requiere de los símbolos atávicos de nuestra historia: calles tomadas por tanques de guerra, y los medios de comunicación en cadena nacional para emitir  “comunicados” ominosos.


Sin cambio de autoridades, pero trocando república por autoritarismo, debemos ser claros en denunciar el acto por su verdadero nombre: Golpe de Estado. La variante constitucional dirán, si, pero Golpe de Estado.

Promovida la conmoción interior por el gobierno nacional, quedará habilitada la suspensión de las garantías constitucionales, a través de la declaración de un Estado de Sitio.


La lectura de estos hechos como una escalada antidemocrática, no es inconsistente con los rasgos personales del matrimonio gobernante, tomados hasta ahora como “estilo” y no como un proyecto, que quizás esté comenzando a consumarse.


El poder judicial, la sociedad civil, la oposición política, y los medios de comunicación, carentes de toda garantía de racionalidad gubernamental  deben asumir la emergencia con la seriedad que ésta merece,  y no abandonarse a una moderación inocente, basada en una normalidad que ha dejado de existir.

Todos los mecanismos de defensa de la Constitución deben ser puestos en marcha. Y todas las advertencias, realizadas.


Quienes interrumpan el pleno ejercicio del orden constitucional serán  considerados infames traidores a la patria, y sus actos declarados de nulidad insanable. Son éstas, las disposiciones imprescriptibles de nuestro orden jurídico en defensa del Estado de Derecho.


Después de todo, para evitar este calificativo el gobierno sólo tienen que hacer algo simple: cumplir con la Constitución, y respetar las decisiones de un Tribunal Supremo,  que el mismo gobierno se vanaglorió de recomponer.


Pero debemos comenzar llamando a las cosas por su nombre: al desacatamiento: Golpe de Estado,  y al gobierno: Golpista.


Y no dejar que estas violaciones se menosprecien, y mucho menos se oculten, como si fueran un crimen perfecto, cometido en un callejón sórdido y oscuro.

13 de septiembre de 2010

La enfermedad de la malevolencia

Ahora convaleciente y víctima de su salud, días antes Néstor Kircher victimizó  en forma humillante y sádica  al gobernador  Daniel Scioli durante un acto político al que ambos asistían.

Con siniestra  ironía lo caracterizó de incapaz, utilizando políticamente el  grave caso de inseguridad  que afectó a la Sra Carolina Píparo y a su hijito Isidro, muerto en el hecho, caso que conmueve a toda la sociedad.

Y lo hizo de una forma  tal, que no se espera sino de los enemigos más acérrimos, dispuestos a utilizar  la falta de escrúpulos hasta las últimas consecuencias.

No importó que Daniel Scioli, aquiescente hasta la exasperación con los Kirchner, reciba  continuas críticas por su sumisión.

Tampoco importó que equivocado o no, el gobernador haya desplegado un plan sistemático de megaoperativos policiales, que aún con muy buenos resultados parciales, no alcanzan en absoluto para detener el deterioro de inseguridad que vive nuestra provincia.

Como un verdadero  capomafia, y con  tono afectado y condescendiente,   Néstor Kirchner invitó al gobernador  a que acuda a él para ayudarlo, y lo hizo como se reta a un chico por intentar hacer algo que no sabe, ni puede, sin pedir ayuda a  su padre.

No importó que Néstor Kirchner sea el jefe político del partido del Gobernador. Ni que sea un virtual presidente de la “república”.  O que sea un diputado nacional que no participa del congreso, representando justamente a una provincia de Buenos Aires  que arde en la inseguridad.

Como si las responsabilidades fueran algo que a él no le caben, Kirchner, que aún mantiene la aspiración de llegar con su poder intacto hasta cerca del 2020,  no presentó un plan,  un proyecto, ni hizo una análisis estratégico de la inseguridad, lo que suena lógico ya que hasta omitió mencionarla, como lo hace con temas como la inflación, la corrupción, la pobreza, la pérdida de calidad educativa,  y tantos otros que afectan el bienestar ciudadano.   

Y nadie en mejor posición que él para hacerlo.

No le pedimos políticas de Estado. Aunque más no sea,  sólo querríamos un poco de buena fe.  Pero no. Ni eso.

Néstor Kirchner sólo nos mostró el camino de la manipulación, el engaño, y la abierta traición al compañero,  con una malevolencia pocas veces vista.

Malevolencia que quizás sea el veneno que hoy lo enferma.