30 de octubre de 2010

Argentina: Un país de personalismos

Hoy es 29 de Octubre. Acabo de escuchar a Julio Bárbaro por radio. Soy muy limitado reproduciendo  diálogos, pero Julio estuvo muy bien. Confieso que no siempre coincidí con él.

Expresó una convicción que ya compartía, y que Torcuato  Di Tella escribió en un trabajo muy difundido. Al comienzo de su gobierno, hasta el propio Néstor Kirchner citaba ese trabajo, desafortunadamente sin ninguna consecuencia práctica. 

Suelo dejar en el olvido esta idea, que sin embargo hoy me interesa destacar. 

¿Porqué los enfrentamientos tan profundos, e irracionales son algo tan habitual en nuestro país?

Hasta que no tengamos un diagnóstico apropiado no sabremos qué camino tomar. Y continuamente nos enredaremos  en trifulcas  que nos desgastan sin utilidad alguna.

Según Julio Bárbaro el justicialismo ya no existe, y lo mejor que puede ocurrir es que termine de desaparecer por completo. Y algo parecido dijo del radicalismo. 

Para él éstos son partidos en los que cualquier ideología entra,  a los que todo les cabe. 

En este modelo de partidos, no son suficientes los liderazgos democráticos. “El común de la gente sigue esperando “Al Mesías”, lo cual evidencia la falta de ciudadanos maduros.”, dice Carina San Martín,  una amiga con quien voy conversando mientras escribo. 

Y esto sólo puede generar los efectos más o menos patológicos que conocemos. No hay gente con personalidad, sino gente manipulada, o vendida detrás del poder, la conveniencia particular, o la fascinación de los personalismos. Muy poco puede aglutinar una ideología que como decimos,  es confusa y hasta contradictoria.

Decía  Bárbaro, "¿cuántos senadores y diputados hay? Muchos", "y cuántos de esos están en condiciones de mostrar cualidades de pensadores, de defensores de ideologías políticas", "4 o 5", respondía. "El resto son funcionarios, subordinados".  Y sofistas, agregaría, que basados en su capacidad oratoria defienden el poder, cualquier poder. Sobran los ejemplos.

El comienzo de la solución es una base institucional que elimine los personalismos, que los proscriba definitivamente por lo que ellos tienen de imprevisibles, excluyentes, volubles, antojadizos, autorreproducibles y proclives al síndrome de Hubris, aquella forma de paranoia mesiánica de un carácter tan dañino para la sociedad.  La lógica del amigo/enemigo no es casual. Forma parte constitutiva de los personalismos.

Frente a ellos,  “las apelaciones a la ciudadanía, a la República, al Estado, a las Instituciones, a la Ley, a la Constitución son motivos de agravio. Esas reacciones oprobiosas son la prueba de todo lo que carecemos. Sustituyen aquello por esos cultos arrancados de los religioso, y que pretendidamente laicos sólo enmascaran una religiosidad enfermiza y degradada, porque los ámbitos público-laicos son distintos de los religiosos“, indica Su, otra amiga.

Las reglas dejan de ser la columna vertebral de la vida en común, para convertirse en un corsé que debe ser desechado a fin de dejarle el campo abierto a la voluntad del líder carismático, que encarna el populismo.

“Los personalismos sólo han servido para poner nombre y apellido al constante fracaso argentino… ¿pero cómo explicarle a la gente que un país no se eleva con el advenimiento de un líder carismático?”

“Creo que son demasiados años de paternalismos los que nos han marcado a fuego. El común denominador aspira a un todopoderoso que le solucione los problemas y no lo moleste. Aún no comprenden que eso no existe.”  agrega Carina.

Somos una sociedad que venera las personalidades, genera mitos políticos y desprecia al pueblo, lo subordina.

Si la conquista de una democracia republicana por sobre la lógica populista es una infraestructura necesaria, sin embargo no es suficiente.

Deben también existir partidos de base ideológica en relación a los problemas de la sociedad. Esta exigencia es  básica para  la representatividad política real.

Hasta ahora eso no existe.  Haciéndolo simple: deben estar disponibles una centroizquierda y una centroderecha modernas y democráticas, como opciones mínimas.

¿Quien se animará a ser esa centroderecha necesaria, siendo como es para muchos una categoría mórbida, una mala palabra? Se la necesita. Así como se necesita una centroizquierda a la que le sobran postulantes, pero no coherencia.

Si no logramos esta convicción, ahora vendrá un Cristinismo, más o menos democrático. Y luego le seguirá otro, y otro, y luego otro personalismo. Pura arbitrariedad o puro engaño que priva a la sociedad de la posibilidad de elegir racionalmente.

Y el interés general quedará siempre subordinado, sepultado por los proyectos personales de los gobernantes que invierten la relación: en lugar de soberanos, los ciudadanos se transforman en vasallos del mandatario.

Estoy un poco cansado de este primitivismo cultural. Del que claro está, también soy responsable  porque digo lo que no hago.

Finalmente sólo soy un simple  e insignificante ciudadano.

Quizás lo que quiero decir es que no alcanza la buena voluntad para salir de esta mediocridad confrontativa: se requiere de una inteligencia, una convicción y una franqueza, que como sociedad no hemos demostrado.

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