11 de octubre de 2010

Los delitos del Príncipe: la trata de personas con fines políticos

Con los cabeceos del micro destartalado y atestado de gente,  vienen a  Nelba los recuerdos de aquellos caminos de su altiplano boliviano, y sus ojos cerrados le acercan paisajes, mientras  resuman aromas sus recuerdos. Los ojos cerrados de Nelba sonríen.

Va rumbo a un acto político en Buenos Aires. Nunca fue a Buenos Aires, si no es en esos micros anaranjados de personas arrumbadas para la política.  Sus 30 años castigados de pobreza y  desarraigo la figuran mayor. Pero no se deja vencer ni aún por la violencia que el alcohol enciende en su pareja  para sofocar tanto destierro.

Es que hay tres niños que criar, tres argentinos hermosos, pura sangre aimará, de ojitos orientales y tez cobriza.

Nelba piensa en su tierra y le angustia el recuerdo de sus niños lejos, desde tan temprano  con aquella vecina de Perú, a la que ya encontrará forma de pagar, quizás con un buen plato típico que tanto le gusta.

-¿Sabes para qué es el viaje, Nelba?
-Si, para que no me hagan una “multa”, responde.

Quería decir que obedeciendo cuando se le ordenara, viajando, aplaudiendo, dejando sus hijos lejos, evitaría que se disminuyan las cajas de comida, de leche, y que por sobre todo, haría que se mantenga viva la esperanza de un trabajo prometido, en el cual sudar hasta desfallecer a cambio de que sus hijos vivan en la salud, en el colegio, en una vida mejor. Hace unos años que vienen reuniéndola todos los meses y haciéndole estampar su dedo en unas planillas que le dicen que son para terminar la cooperativa que le dará empleo.

El acto, era por “la noche de los lápices”, y ella no sabe escribir.

María, una tucumana con la sonrisa de Mercedes sosa, detiene el tiempo en su mate cálído.

Como Nelba,  ellos forman el ejército silencioso que baja ordenadamente de aquellos viejos transportes desvencijados, bajo la atenta mirada de los edecanes del poder territorial.

María tiene más suerte. Un puntero político le da al menos parte del sueldo de una cooperativa. Y se lo quita si no contribuye al “proyecto”,  con su presencia “política” en todos los actos en que se necesitan montañas de personas reducidas a estatuas de carne, que agiten banderas y aplaudan cuando la batuta mágica los apunte.

En cambio, Jorge, 23 años, inclina su tetrabrik de desayuno, y piensa que a él no se prestará  a todo el juego. La vida es un carnaval, y si de actuar se trata, dará su vida por conseguir la entrada. ¿50 ó 150 pesos? bueno, lo que se pueda. Que se pongan si quieren público para los actos.

El recuerdo de aquél joven tucumano sin militancia política,  que falleció en junio de 2008 en Plaza de Mayo por la caída de una luminaria entristece: se trataba  de un acto de demostración de fuerzas que “espontáneamente” organizó el gobierno kirchnerista en su conflicto con el campo. Es que el folclore de todos los actos consiste en mostrar la “fuerza” por la cantidad de gente congregada, juntada no importa cómo.

Ahora siguen bajando las columnitas multicolores de las Nelba,  las María, los Jorge, de las decenas de micros herrumbrados, en el perfecto orden de una manga de ganado que los dirige a una legión  rebozante de implicación partidaria.

Ya están preparados los baños químicos, los sánguiches y las bebidas baratas.

Nadie en Argentina entendió que el abuso de poder sobre personas vulnerables  para explotarlas políticamente mediante coerción, es trata de personas,  una violación a los derechos humanos. Nadie lo entendió, porque no había prostitución, ni abuso laboral.

En Argentina, un país enfermo, hay delitos buenos, y delitos malos. Y los delitos del Príncipe siempre son aceptables.

¿El acto? ¡Un éxito! Participaron 30.000 personas.

3 comentarios:

  1. Alejandro, es muy interesante la asociación que hace entre la explotación de la probreza con fines políticos y la trata de personas.
    Un saludo.
    Enrico

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  2. Alejandro, la noche de los lápices es un episodio negro de nuestra historia reciente que nos avergüenza como argentinos. Así lo entiendo yo, coetáneo de las víctimas, como miles de chicos reales de la generación de mis hijos. Llenan la Plaza con su alegría y su rebeldía. Estudiantes secundarios reales llenos de ideales con fuerza y voluntad suficiente como para tapar cualquier infamia difundida desde un blog.

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  3. Estimado Enrico: Muchas gracias por su comentario.

    Estimado Bologger: También soy coetáneo de aquellos chicos, y participo del espanto por lo ocurrido.

    Tengo víctimas muy cercanas del terrorismo de Estado. Espero que mi artículo no se comprenda como una mención infame sobre las víctimas de aquellos hechos tan aciagos, ni sobre quienes participaron libremente de la conmemoración hace pocos días. No los he mencionado, para dar prioridad narrativa a mi mensaje.

    Simplemente denuncio que en nombre de aquellos hechos, o de cualquier otro, se cometan violaciones a los Derechos Humanos, manipulando personas en situación de vulnerabilidad social.

    Lejos de mi ánimo esta menoscabar la legítima conmemoración, sino que intento describir hechos y mecanismos que he comprobado personalmente, y lo hago con real espanto.

    No denunciarlos me parece infame de mi parte. Creo que tenemos que terminar con aquello de que los buenos propósitos justifiquen los peores medios.

    Seguramente en la próxima conmemoración usted y sus hijos podrán prestar atención a estas maniobras viles que contravienen la dignidad humana, algo que indudablemente ustedes tampoco comparten. Por desdicha, este tipo de maniobras se encuentran ampliamente difundidas, y es necesario que tomemos conciencia como primera paso para acabar con ellas. Le envío mis más cordiales saludos.

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